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Leyenda del Bosque - CAPÍTULO 4

Las cinco panteras

Impeesa acompañaba a Puma Silencioso que ya casi estaba recuperado de los ataques recibidos.  Pese a ello, el Lobo Que Nunca Duerme le ordenó guardar reposo por unos meses y tomó a su cargo las operaciones para custodiar al naciente árbol de Tandil –ese que contenía la savia mágica con la que se podían totemnizar a las personas-.

A contrasol sobre el horizonte curvo que trazaban los médanos, cuatro siluetas negras se acercaban.  Perro Sereno, tranquilo como siempre, acompañaba al jabalí que Puma había conocido días atrás y a un Scout de veintitantos años que hacía tiempo estaban observando.

Pero en el momento exacto, poco antes de que llegasen a donde los dos espíritus del bosque aguardaban, el plan de Pantera Creativa estuvo listo y tras sonar un amedrentador estruendo como salido de las fauces volcánicas en erupción, el oleaje costero se fue retirando y los tres recién llegados se hallaron rodeados por cinco feroces animales...

Para los ojos del Scout y también para los del jabalí, la situación resultaba en extremo complicada; sobre todo si aquellas cinco... panteras –sí, eran realmente panteras pese a lo lejano que suponían estaba su natural hábitat-, decidían abalanzarse sobre los tres.  El cerebro del bigotudo jabalí se lamentaba; una cosa había sido zafar de los zarpazos de un único puma días atrás, pero otra muy distinta era intentar evadir decenas de zarpazos que llegarían de todas las direcciones.

El Scout vio hacia su derecha para cruzar miradas con Perro, buscando lo más cercano a otra persona con que contaba entonces para decidir qué acciones tomar.  Pero Perro Sereno ya no estaba allí.  Tampoco a la izquierda, ni atrás, ni adelante, ya que percatándose de la puesta en marcha del plan evaluatorio, se había alejado raudamente ayudado por la complicidad de las panteras.

Entonces, aunque nunca antes lo había intentado, observó a su único compañero de circunstancias a los ojos, buscando ese compañerismo para actuar que hubiera esperado del perro.  El jabalí también lo miró.  Las intenciones de ambos eran idénticas; harían algunos intentos pacíficos para disuadir el potencial ataque de los felinos y sólo alejarse en calma.  Pero si ello no funcionaba, aunque ninguna posibilidad de sobrevivir tuviesen, se enfrentarían en dura lucha hasta morir.

Armados de valor y sabiendo que eran dos, empezaron a caminar lentamente hacia el contorno circular de panteras que los envolvía.  No llegaron a dar dos pasos y entre las musculosas fieras asomó un lobo espléndido, del color del tiempo.  Como las panteras ni se inmutaron, el lobo decididamente venía con ellas, por lo que lamentaron del agregado de refuerzos a las filas de sus sitiadores. —  ¡Lo que faltaba!- en voz baja se quejó el Scout.  Siempre había considerado a las panteras, lobos y otros animales como amigos, pero la actitud que parecían tener aquéllos denotaba cuántos y cuán filosos eran los dientes del entorno.

Jabalí y humano se miraron nuevamente y volvieron a avanzar con cautela, mas con firmeza.  Otra vez se oyó aquel estruendo casi volcánico que había antecedido a las panteras y un profundo aullido del lobo les erizó la piel.  Pero el jabalí entendía lo hablado por Impeesa –que era el lobo- y empujó al Scout para que lo acompañase: una de las panteras los dejaría pasar.  Si eran tan audaces para observarlas frente a frente, cuidando de no incitarlas con miradas muy extensas –cosa que sólo podría lograr el humano-, tal vez encontrasen a la adecuada.  De otra forma, se convertirían en el desayuno de cinco hambrientas panteras y de aquel espléndido lobo, que bien podría ser el Akela del Pueblo Libre de Seeonee –meditaba el Scout.

Aunque sólo el jabalí sabía claramente lo que debían hacer, pudo hacerse entender por su compañero humano y se acercaron a la primera de las panteras...  las patas delanteras parecían tener el grosor de las columnas de la Facultad de Derecho de Buenos Aires.  El pelaje oscuro era más azabache que el propio negro en la mayor de las penumbras.  Sin bajar el rostro, el Scout y el jabalí enfocaron los ojos del felino con decisión...

No había maldad en la fiera, aunque tampoco se veía debilidad alguna en la profundidad de sus ojos, ni podía siquiera imaginarse viéndolo, que en algún momento de la eternidad decidiese moverse para abrirles paso.  “Soy Pantera Paciente” – creyeron escuchar, como hablado por el silbido del viento.

La siguiente pantera se encontraba agazapada unos metros hacia donde no giran las agujas del reloj.  Enfrentarse a ella fue difícil pues se hallaba lista para abalanzarse.  Aún así los dos lo hicieron, como con la anterior...

La cabeza era fornida cual acero del ferrocarril y en las arrugas de su rostro fortísimo se descubría cierta suspicacia.  Casi sin saber porqué el humano notó como sus propios labios dibujaban una sonrisa.  “Soy Pantera Alegre” –oyó susurrar a la espuma del mar que rompía en la orilla de aquella enorme playa- “...y comenzaré por masticarte una pata cuando intentes pasar por donde estoy”.

Scout y pantera seguían viéndose, sonriente el primero y cada vez más agazapada y molesta la segunda.  El jabalí recordó la advertencia de Impeesa sobre la mirada de los humanos y dio un empellón a su compañero para que dejase de observarla.

Sin suerte hasta entonces avanzaron nuevamente hacia siniestra y se enfrentaron con la siguiente pantera.  Si la primera tenía patas inmensas y la segunda un impresionantemente fuerte rostro, esta era el superhéroe de las panteras, una bestia de tal magnitud que las palabras no se atinan fácilmente al momento de describir su inconmensurabilidad.  Hasta al Scout le costó acercar sus ojos hacia los del enorme felino...

Sin duda era pantera hasta la médula; lo denotaba una inexplicable armonía en la paz de esa mirada feroz.  El jabalí no quería seguir mucho allí y estaba decidido a empujar a su compañero para pasar a la siguiente, cuando como había sucedido antes oyeron, esta vez zumbado por el golpeteo de la arena levantada por una ráfaga de viento, el mensaje que este espíritu del bosque tenía para ellos: “Con claridad han visto en mí quién soy y por ello ahora escuchan.  El temor te invadió a ti, jabalí, y hace un momento el descuido casi te vence a ti, humano, pero uno y otro se complementarán si esta prueba con éxito completan.  Pantera Auténtico soy y más les vale que pronto se alejen, o no resistiré ya la tentación de mi olfato por estas pequeñas presas...”

El Scout quedó pensativo al oír esas palabras y requirió de otro empellón del jabalí para reaccionar y cambiar de pantera.  Antes el lobo le había traído recuerdos del Pueblo Libre, que como tal respetaba la Ley de la Selva.  Y las panteras la conocían y también la respetaban...  Entonces si estaba en lo cierto...

El cuarto felino no miraba ni al humano ni al jabalí.  ¿Sería una oportunidad de pasar?  Tal vez acababa de comer y no deseaba molestarse por un polluelo de piel frágil y un duro chancho salvaje difícil de masticar... y hasta pinchudo.  —  ¡Qué somos nosotros sino unos mal comidos esqueletos con casi nada de carne para saborear! – pensaba fuerte el jabalí, como buscando convencer telepáticamente a la pantera.  Pero ésta ni se inmutaba y seguía viendo los pajaritos.

—  ¡Es ahora o nunca! – decidieron e intentaron la primera zancada de lo que podría haberse convertido en una carrera directo al estómago, de no alcanzarles los reflejos para frenar, cuando la aparentemente distraída pantera los miró con ferocidad para devorarlos.

“¡Qué se creen insensatos!” – sintieron como surgían esas palabras como deletreadas en morse por los rápidos latidos de sus dos corazones.  “¡No estaba distraída!” – continuó la protesta del felino de a latidos transcripta.  “Sólo imaginaba la mejor forma de devorarlos sin necesidad de desaprovechar esos lindos colmillos, que pueden servirme para otros usos” – se oía mientras la pantera miraba al jabalí.  “En cuanto a ti” – y vio al humano – “no me sirves más que de aperitivo...”

Por un instante al Scout no le cayó bien ese desprecio, sintiéndolo desde el punto de vista del alimento en que cada vez parecía estar más cerca de convertirse.  ¡Cómo es eso de hablar así despectivamente de la especie humana!

El enfado se notó en su rostro y la pantera rugió grueso haciéndolo volver a la realidad.  “No te enfades humano, yo soy Pantera Creativa y si no dejas pronto de mirarme, haré realidad lo que hasta ahora sólo han sido planes en mi fértil imaginación”.

Sin necesidad de que el jabalí lo empujara, esta vez el Scout dio por sus propios medios unos pasos al costado y ambos quedaron enfrentados a... estaban sorprendidos.  Era también una pantera de porte majestuoso.  Algo raro sucedía con ese animal.  Algo que volvió a traerle recuerdos de Seeonee y de Bagheera, la pantera amiga del Pueblo Libre.  Una especie...

Una especie de aire legendario, como el que respirase viendo al lobo.

Esta pantera no hablaba, aunque sí empezaron a verse directamente a los ojos.  El humano y la pantera; la pantera y el humano.  El Scout creía estar más seguro de su idea anterior... Según había aprendido antaño, la Ley de la Selva impedía a las fieras que cumplían con ella comerse a los humanos, salvo en caso de extrema necesidad.  Si eso era realmente así y la situación actual no fuese considerada de extrema necesidad, entonces bastaría con avanzar hacia fuera del círculo y las panteras no lo atacarían.  El jabalí podría aprovechar también y salir cubierto con el Scout.

Pero de repente, el humano achinó los ojos por el reflejo del sol en el crucifijo de plata que él mismo llevaba colgando del cuello.  Levantó entonces la vista y con sorpresa comenzó a ver la figura de un hombre donde antes estaba la pantera.  Éste llevaba uniforme Scout, con una espada en forma de cruz en el cinto.  Le extendió su mano izquierda y a viva voz anunció: “Bienvenido seas hermano Scout.  Mi nombre es Pantera Alerta y en mi escala de tiempo, que difiere de la tuya, protegí antaño el mítico bordón de la albinerga patrulla de San Patricio de la que tomé mi nombre, y que en tu tiempo no ha nacido aún.  Has superado esta prueba de valor, compromiso y cercanía a la madre Naturaleza que te hemos puesto.  También tú, jabalí, lo has hecho.  Y por tanto yo, Pantera Alerta, el tercero del los Caballeros os acompañaré en este nuevo viaje que aquí comienza”.

El mar volvió a su nivel normal; las panteras se alejaron una a una y sólo quedaron ellos: los dos Scouts, el jabalí y el lobo.  Se oyó en lo alto un trino de Cóndor Libertador y Pantera Alerta indicó: “Pronto.  Avancemos.  No hay tiempo que perder.  Tandil nos espera...”

Hacia allí partieron entonces.

La leyenda continúa...

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