Impeesa acompañaba a Puma Silencioso que ya casi estaba recuperado de los
ataques recibidos. Pese a ello, el Lobo Que Nunca Duerme le
ordenó guardar reposo por unos meses y tomó a su cargo las operaciones
para custodiar al naciente árbol de Tandil –ese que contenía la savia
mágica con la que se podían totemnizar a las personas-.
A contrasol sobre el
horizonte curvo que trazaban los médanos, cuatro siluetas negras se
acercaban. Perro Sereno, tranquilo como siempre, acompañaba al
jabalí que Puma había conocido días atrás y a un Scout de
veintitantos años que hacía tiempo estaban observando.
Pero en el momento
exacto, poco antes de que llegasen a donde los dos espíritus del
bosque aguardaban, el plan de Pantera Creativa estuvo listo y
tras sonar un amedrentador estruendo como salido de las fauces
volcánicas en erupción, el oleaje costero se fue retirando y los tres
recién llegados se hallaron rodeados por cinco feroces animales...
Para los ojos del Scout y
también para los del jabalí, la situación resultaba en extremo
complicada; sobre todo si aquellas cinco... panteras –sí, eran realmente
panteras pese a lo lejano que suponían estaba su natural hábitat-,
decidían abalanzarse sobre los tres. El cerebro del bigotudo jabalí se
lamentaba; una cosa había sido zafar de los zarpazos de un único puma
días atrás, pero otra muy distinta era intentar evadir decenas de
zarpazos que llegarían de todas las direcciones.
El Scout vio hacia su
derecha para cruzar miradas con Perro, buscando lo más cercano a
otra persona con que contaba entonces para decidir qué acciones tomar.
Pero Perro Sereno ya no estaba allí. Tampoco a la
izquierda, ni atrás, ni adelante, ya que percatándose de la puesta en
marcha del plan evaluatorio, se había alejado raudamente ayudado por la
complicidad de las panteras.
Entonces, aunque nunca
antes lo había intentado, observó a su único compañero de circunstancias
a los ojos, buscando ese compañerismo para actuar que hubiera esperado
del perro. El jabalí también lo miró. Las intenciones de ambos eran
idénticas; harían algunos intentos pacíficos para disuadir el potencial
ataque de los felinos y sólo alejarse en calma. Pero si ello no
funcionaba, aunque ninguna posibilidad de sobrevivir tuviesen, se
enfrentarían en dura lucha hasta morir.
Armados de valor y
sabiendo que eran dos, empezaron a caminar lentamente hacia el contorno
circular de panteras que los envolvía. No llegaron a dar dos pasos y
entre las musculosas fieras asomó un lobo espléndido, del color del
tiempo. Como las panteras ni se inmutaron, el lobo decididamente venía
con ellas, por lo que lamentaron del agregado de refuerzos a las filas
de sus sitiadores. — ¡Lo que faltaba!- en voz baja se quejó el Scout.
Siempre había considerado a las panteras, lobos y otros animales como
amigos, pero la actitud que parecían tener aquéllos denotaba cuántos y
cuán filosos eran los dientes del entorno.
Jabalí y humano se
miraron nuevamente y volvieron a avanzar con cautela, mas con firmeza.
Otra vez se oyó aquel estruendo casi volcánico que había antecedido a
las panteras y un profundo aullido del lobo les erizó la piel. Pero el
jabalí entendía lo hablado por Impeesa –que era el lobo- y empujó
al Scout para que lo acompañase: una de las panteras los dejaría pasar.
Si eran tan audaces para observarlas frente a frente, cuidando de no
incitarlas con miradas muy extensas –cosa que sólo podría lograr el
humano-, tal vez encontrasen a la adecuada. De otra forma, se
convertirían en el desayuno de cinco hambrientas panteras y de aquel
espléndido lobo, que bien podría ser el Akela del Pueblo Libre
de Seeonee –meditaba el Scout.
Aunque sólo el jabalí
sabía claramente lo que debían hacer, pudo hacerse entender por su
compañero humano y se acercaron a la primera de las panteras... las
patas delanteras parecían tener el grosor de las columnas de la Facultad
de Derecho de Buenos Aires. El pelaje oscuro era más azabache que el
propio negro en la mayor de las penumbras. Sin bajar el rostro, el
Scout y el jabalí enfocaron los ojos del felino con decisión...
No había maldad en la
fiera, aunque tampoco se veía debilidad alguna en la profundidad de sus
ojos, ni podía siquiera imaginarse viéndolo, que en algún momento de la
eternidad decidiese moverse para abrirles paso. “Soy Pantera Paciente”
– creyeron escuchar, como hablado por el silbido del viento.
La siguiente pantera se
encontraba agazapada unos metros hacia donde no giran las agujas del
reloj. Enfrentarse a ella fue difícil pues se hallaba lista para
abalanzarse. Aún así los dos lo hicieron, como con la anterior...
La cabeza era fornida
cual acero del ferrocarril y en las arrugas de su rostro fortísimo se
descubría cierta suspicacia. Casi sin saber porqué el humano notó como
sus propios labios dibujaban una sonrisa. “Soy Pantera Alegre” –oyó
susurrar a la espuma del mar que rompía en la orilla de aquella enorme
playa- “...y comenzaré por masticarte una pata cuando intentes pasar por
donde estoy”.
Scout y pantera seguían
viéndose, sonriente el primero y cada vez más agazapada y molesta la
segunda. El jabalí recordó la advertencia de Impeesa sobre la
mirada de los humanos y dio un empellón a su compañero para que dejase
de observarla.
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Sin suerte hasta entonces
avanzaron nuevamente hacia siniestra y se enfrentaron con la siguiente
pantera. Si la primera tenía patas inmensas y la segunda un
impresionantemente fuerte rostro, esta era el superhéroe de las
panteras, una bestia de tal magnitud que las palabras no se atinan
fácilmente al momento de describir su inconmensurabilidad. Hasta al
Scout le costó acercar sus ojos hacia los del enorme felino...
Sin duda era pantera
hasta la médula; lo denotaba una inexplicable armonía en la paz de esa
mirada feroz. El jabalí no quería seguir mucho allí y estaba decidido a
empujar a su compañero para pasar a la siguiente, cuando como había
sucedido antes oyeron, esta vez zumbado por el golpeteo de la arena
levantada por una ráfaga de viento, el mensaje que este espíritu del
bosque tenía para ellos: “Con claridad han visto en mí quién soy y
por ello ahora escuchan. El temor te invadió a ti, jabalí, y hace un
momento el descuido casi te vence a ti, humano, pero uno y otro se
complementarán si esta prueba con éxito completan. Pantera Auténtico
soy y más les vale que pronto se alejen, o no resistiré ya la tentación
de mi olfato por estas pequeñas presas...”
El Scout quedó pensativo
al oír esas palabras y requirió de otro empellón del jabalí para
reaccionar y cambiar de pantera. Antes el lobo le había traído
recuerdos del Pueblo Libre, que como tal respetaba la Ley de
la Selva. Y las panteras la conocían y
también la respetaban... Entonces si estaba en lo cierto...
El cuarto felino no
miraba ni al humano ni al jabalí. ¿Sería una oportunidad de pasar? Tal
vez acababa de comer y no deseaba molestarse por un polluelo de piel
frágil y un duro chancho salvaje difícil de masticar... y hasta
pinchudo. — ¡Qué somos nosotros sino unos mal comidos esqueletos con
casi nada de carne para saborear! – pensaba fuerte el jabalí, como
buscando convencer telepáticamente a la pantera. Pero ésta ni se
inmutaba y seguía viendo los pajaritos.
— ¡Es ahora o nunca! –
decidieron e intentaron la primera zancada de lo que podría haberse
convertido en una carrera directo al estómago, de no alcanzarles los
reflejos para frenar, cuando la aparentemente distraída pantera los miró
con ferocidad para devorarlos.
“¡Qué se creen
insensatos!” – sintieron como surgían esas palabras como deletreadas en
morse por los rápidos latidos de sus dos corazones. “¡No estaba
distraída!” – continuó la protesta del felino de a latidos transcripta.
“Sólo imaginaba la mejor forma de devorarlos sin necesidad de
desaprovechar esos lindos colmillos, que pueden servirme para otros
usos” – se oía mientras la pantera miraba al jabalí. “En cuanto a ti” –
y vio al humano – “no me sirves más que de aperitivo...”
Por un instante al Scout
no le cayó bien ese desprecio, sintiéndolo desde el punto de vista del
alimento en que cada vez parecía estar más cerca de convertirse. ¡Cómo
es eso de hablar así despectivamente de la especie humana!
El enfado se notó en su
rostro y la pantera rugió grueso haciéndolo volver a la realidad. “No
te enfades humano, yo soy Pantera Creativa y si no dejas pronto de
mirarme, haré realidad lo que hasta ahora sólo han sido planes en mi
fértil imaginación”.
Sin necesidad de que el
jabalí lo empujara, esta vez el Scout dio por sus propios medios unos
pasos al costado y ambos quedaron enfrentados a... estaban
sorprendidos. Era también una pantera de porte majestuoso. Algo raro
sucedía con ese animal. Algo que volvió a traerle recuerdos de
Seeonee y de Bagheera, la pantera amiga del Pueblo Libre.
Una especie...
Una especie de aire
legendario, como el que respirase viendo al lobo.
Esta pantera no hablaba,
aunque sí empezaron a verse directamente a los ojos. El humano y la
pantera; la pantera y el humano. El Scout creía estar más seguro de su
idea anterior... Según había aprendido antaño, la Ley de la Selva
impedía a las fieras que cumplían con ella comerse a los humanos, salvo
en caso de extrema necesidad. Si eso era realmente así y la situación
actual no fuese considerada de extrema necesidad, entonces bastaría con
avanzar hacia fuera del círculo y las panteras no lo atacarían. El
jabalí podría aprovechar también y salir cubierto con el Scout.
Pero de repente, el
humano achinó los ojos por el reflejo del sol en el crucifijo de plata
que él mismo llevaba colgando del cuello. Levantó entonces la vista y
con sorpresa comenzó a ver la figura de un hombre donde antes estaba la
pantera. Éste llevaba uniforme Scout, con una espada en forma de cruz
en el cinto. Le extendió su mano izquierda y a viva voz anunció:
“Bienvenido seas hermano Scout. Mi nombre es Pantera Alerta y en mi
escala de tiempo, que difiere de la tuya, protegí antaño el mítico
bordón de la albinerga patrulla de San Patricio de la que tomé mi
nombre, y que en tu tiempo no ha nacido aún. Has superado esta prueba
de valor, compromiso y cercanía a la madre Naturaleza que te hemos
puesto. También tú, jabalí, lo has hecho. Y por tanto yo, Pantera
Alerta, el tercero del los Caballeros os acompañaré en este nuevo
viaje que aquí comienza”.
El mar volvió a su nivel
normal; las panteras se alejaron una a una y sólo quedaron ellos: los
dos Scouts, el jabalí y el lobo. Se oyó en lo alto un trino de Cóndor
Libertador y Pantera Alerta indicó: “Pronto. Avancemos. No hay tiempo
que perder. Tandil nos espera...”
Hacia allí
partieron entonces.
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