Román y Fiorela sintieron su aplastamiento como el impacto
instantáneo de la locomotora de un tren bala.
Hubo un momento de calma.
Se miraron uno al otro: estaban flotando. Sus figuras corporales eran idénticas
pero traslúcidas. En el piso, hacia abajo, sólo yacían un montón de escombros y
algunas lenguas de fuego que poco a poco iban agotándose ahogadas por la nieve.
Román habló y notó que su esposa lo escuchaba. Él mismo también lo hacía:
—¡Estamos muertos! |
¡Y los chicos en la escuela! Iba a ser terrible para ellos enterarse de lo
sucedido cuando regresasen. Y de seguro volverían solos como acostumbraban. ¡Qué
barbaridad!
¿Cómo seguir? ¿Adónde ir ahora? ¿Qué hacer?
Esperar allí a que lleguen Rocío y
Ramón
Buscar los cuerpos bajo los escombros
para tratar de meterse dentro y revivirlos
Correr hacia la escuela
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