Abrís los ojos y estás esposado a una camilla en medio de la chica y un
chimpancé.
El chimpancé está en una de las cabinas y la joven en la otra.
_¿Qué pasa? –preguntás despabilándote.
_Es este maldito loco que quiere pasar mi mente y espíritu a un mono, y te
necesita para usarte de medio de transporte espiritual en caso de que su
circuito vuelva a fallar. Hace un rato quiso llevar a cabo el experimento y se
cortaron aquellos cañitos –la chica te indica unos tubos plásticos celestes que
cruzan entre ambas cabinas.
_Parece ser, por lo que le entendí, que el espíritu humano es demasiado pesado y
puede necesitar de otro cuerpo para transportarlo hacia el animal. Por eso estás
conectado a esos pequeños tubitos, que creo tenés clavados en los ganglios
linfáticos de atrás de la rodilla –la joven estudiante de medicina es clara en
sus conceptos- Tenés que sacarnos de acá –te implora. |
_¡Seguro! –te enardecés, pero mirás tu cuerpo y te ves totalmente sujeto de pies
y manos; inclusive un precinto metálico te sujeta la cintura y otro el cuello.
Por más que forcejeás, no lográs que los flejes cedan ni un milímetro.
_¿Cómo te llamás? –le preguntás mientras pensás lo que hacer.
_Sabrina ¿Y vos?
_Yo soy un estúpido aventurero que quiso meterse en el misterioso castillo del
pueblo... –estabas diciendo eso cuando aparece el científico e indica que ya
está todo listo.
Tratás de convencer al científico para
que te use a vos en vez de a la chica
Intentás arrancar el cableado que tenés
a varias pulgadas de tu mano derecha
Decidís no hacer nada, cumplir tu
función en el aparato del científico y luego quedar libre
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