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DESPUÉS DE AQUELLA TARDE (pág. 67)

Si nadie acostumbraba andar por allí y justo cuando ambos mueren los siguen otras dos personas... ¿Quién podría estar interesado en buscarlos? ¿No se trataría de Rocío y Ramoncito?

—¿Eran más jóvenes que nosotros? —se inquietó la ahora temerosa madre.

—Creo que sí —respondió Dolfin—. Pero mi trabajo ya está hecho. Han quedado registrados. Que tengan buen viaje y una feliz estadía en Ramullia —dijo esto y se retiró ocupado con sus anotaciones y vigilando las luces intermitentes del tablero.

—Es una especie de empleado —razonó Román en voz alta—; ¿pero para quién trabaja?

—Disculpe... —comenzó a pronunciar Fiorela, cuando de repente un agujero negro descomunal, se había acercado lo suficiente a sus espaldas como para absorberlos.

“¡Yuuc!” ¡Y adentro!

La presión los aplastó durante unos instantes, como si fuesen a ser exprimidos y emergieron hacia un lugar desconocido.

¡Pero los chicos! Si los humanos que mencionaba Dolfin eran Rocío y Ramón, quería decir que estaban muertos. Esta nueva vida era linda, aunque resultaba enormemente triste que no hubiesen podido disfrutar suficiente de la anterior...

—Tenemos que volver —decidió Román.

—¿Pero cómo? ¿Intentamos pasar por el agujero en dirección contraria? —propuso Fiorela con inseguridad.

Explorar el nuevo sitio desde ese lado del agujero

Regresar por el mismo hoyo negro que los tragó

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