Si nadie acostumbraba andar por allí y justo cuando ambos mueren los siguen
otras dos personas... ¿Quién podría estar interesado en buscarlos? ¿No se
trataría de Rocío y Ramoncito?
—¿Eran más jóvenes que nosotros? —se inquietó la ahora temerosa madre.
—Creo que sí —respondió Dolfin—. Pero mi trabajo ya está hecho. Han quedado
registrados. Que tengan buen viaje y una feliz estadía en Ramullia —dijo esto y
se retiró ocupado con sus anotaciones y vigilando las luces intermitentes del
tablero.
—Es una especie de empleado —razonó Román en voz alta—; ¿pero para quién
trabaja?
—Disculpe... —comenzó a pronunciar Fiorela, cuando de repente un agujero negro
descomunal, se había acercado lo suficiente a sus espaldas como para
absorberlos.
“¡Yuuc!” ¡Y adentro! |
La presión los aplastó durante unos instantes, como si fuesen a ser exprimidos y
emergieron hacia un lugar desconocido.
¡Pero los chicos! Si los humanos que mencionaba Dolfin eran Rocío y Ramón,
quería decir que estaban muertos. Esta nueva vida era linda, aunque resultaba
enormemente triste que no hubiesen podido disfrutar suficiente de la anterior...
—Tenemos que volver —decidió Román.
—¿Pero cómo? ¿Intentamos pasar por el agujero en dirección contraria? —propuso
Fiorela con inseguridad.
Explorar el nuevo sitio desde ese lado
del agujero
Regresar por el mismo hoyo negro que
los tragó
|