_Eeeh... ¡el mosquito! –te decidís.
_Buena elección; a mí me resultará un reto difícil pues escogiste al ser más
diferente a un humano entre los que te mostré. Es necesario que estés a gusto
dentro de tu nuevo cuerpo, así que respetaré tu elección.
Dicho esto, saca una tarjeta del bolsillo superior de su guardapolvo y la
introduce en una ranura de tu cabina. Toma al mosquito, afloja la tapa de su
frasco y lo suelta dentro de la otra casilla. Pone también una segunda tarjeta
magnética en el sitio análogo correspondiente al insecto. Se acerca a los
controles y te comenta: “Por si las cosas salieran mal o algo me pasara a mí,
espero que hayas prestado atención al procedimiento de encendido. Es importante
que recuerdes que -en teoría- el ciclo es reversible. No, no; mejor dicho es
inversible.”
_¿Qué quiere decir eso? –te interesás en saber.
_No importa. De cualquier manera te será muy difícil reencender mi maquinaria
siendo mosquito... –se mofa.
El doctor tipea unos números en el teclado central del equipo. Ves que aparece
en pantalla el título “EXPERIMENTO MORFO” y selecciona entre dos menús lo
siguiente: “desde HOMO SAPIENS SAPIENS a CULEX PIPIENS”. Pulsa entonces un
diminuto botón turquesa y la máquina se enciende.
Adentro de tu cabina ves como todo se pone blanco. Se adueña de vos una
sensación de división, como si te estuvieras separando en dos partes. No tenés
problema en mantenerte parado, pero observás cómo tu cuerpo se desploma. Tu
espíritu sigue en pie. El conocido sonido de una aspiradora hogareña emerge del
techo de la casilla. En el lugar sentís vientos que tratan de llevarte hacia un
estrecho orificio. Cada vez son más poderosos, hasta que consiguen hacerte
flotar. |
Increíblemente, sentís y ves cómo vas pasando a través de un delgado tubo
transparente. Mientras fluís, podés llegar a darte cuenta de que el científico,
apoyado contra una de las paredes, se toma el pecho con rostro adolorido.
Saliendo del cañito, desembocás en el habitáculo del mosquito. También allí está
todo blanco. El insecto sobrevuela a mediana altura. Una sensación de embudo se
adueña de vos y sos absorbido por el diminuto cuerpecillo. Una ves que entrás en
él, ves cómo una tímida luz azul del tamaño de un punto se desprende del
mosquito y se aleja, perdiéndose de vista.
El ruido del aparato termina; campanillea cortamente un timbre y la puerta de tu
cabina se abre, haciendo un pluf de descompresión.
Todo es ahora mucho más grande de lo que recordás. Volás hacia la casilla donde
estaba tu cuerpo y lo ves arrumbado en el piso. Su puerta permanece cerrada.
Virás en el aire hacia donde está el profesor. Su rostro se ve feliz pero
desfalleciente.
Con dificultad entendés lo que te dice: “Lo siento mucho, pero me alegro de que
haya funcionado. Mis anotaciones sobre el proceso están en el otro laboratorio,
sobre la mesada angosta del fondo. Es vital que retengas esto que te voy a decir
para poder continuar...”
Saca una pequeña agenda que guardaba en la contrasuela de su zapato y lee:
“Debés leer la página recuadrada con rojo. El mensaje allí escrito se encuentra
encriptado para que sólo pueda ser entendido por quien posea la clave. Ya que
sos ahora mosquito, tu clave es HILO 4”
Y dicho esto, cae muerto de un ataque al corazón.
Clic para continuar -no olvides
la clave-
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