Te las ingeniás para salir del laboratorio de atmósfera controlada. Practicás
unos giros, subidas, bajadas y aterrizajes. Volar es bello.
Afortunadamente, las dos puertas herméticas de salida están abiertas
–seguramente Peñasco sabría que su corazón estaba fallando y las dejó así para
que vos puedas salir.
Buscás la mesada del fondo planeando entre los enrlenmeyers y esquivando los
vapores. Cuando la encontrás, ves un libro de anotaciones abierto justamente en
la página con el recuadro rojo.
Tu inteligencia se nota intacta así que intentás leer el texto para
traducirlo.... pero no se entiende nada.
Hacés memoria para recordar claves que hubieses aprendido alguna vez, pero no
las encontrás. Lamentás en este momento no haberte unido nunca a los scouts del
pueblo, que practicaban cosas por el estilo. Pero lo hecho, hecho está. Deberá
bastarte tu inventiva, o no podrás seguir adelante como mosquito. |
Después de varias horas revoloteando por aquí y allá, leyendo y releyendo, se te
ocurre buscar las letras de tu palabra clave en el lugar que indicaba el número
final que te confió Peñasco, dentro de cada palabra del texto.
Lo hacés y te das cuenta que sólo con algunas de las palabras, se puede armar la
clave, empleando sus cuartas letras –como indicaba el número.... Aunque ello no
te sirve de nada.
Pensás más y volvés a releer. De repente, te percatás de que sacando las letras
de la clave de las palabras que la contienen, pueden entenderse unas cuantas
frases.
_¡Vamos todavía! –pensás, porque no te sale decirlo con tu boca de mosquito.
Ubicado entonces frente al cuaderno, con mirada muy atenta, leés lo siguiente...
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