No seguirán a ningún panadero gigante, por más alienígena que sea.
—Sigamos —Román ordena a su mujer, pero ésta se muestra dubitativa.
—¿Y si tenemos la obligación de ir? —propone Fiorela.
No había obligaciones allí. Román intenta explicárselo, pero no consigue alejar
las dudas de su esposa. Igualmente parten hacia el exterior de la galaxia…
En medio de la nada, flotando por un pantano inmenso vacío de estrellas,
planetas y cualquier cosa que no fuese la mera dimensión, cruzan una especie de
disco sonoro.
“Pero el sonido no puede propagarse en el vacío” piensan. De todas formas, oían
como aleteos dentro.
Se acercan y miden el tamaño de ese objeto. Tenía el diámetro de un planeta.
—Es difícil de entender que allí está, y lo vemos, pero no tiene ningún color
sino sonido… —repiensa Fiorela en voz alta.
—Espera —se detiene en hombre—. Yo oigo todo el tiempo lo que tu dices, por más
que no haya aire entre nosotros para que las ondas sonoras viajen. ¿Y si se
trata de algún tipo de sonido espiritual? |
Con intriga se acercan un poco más…
La intensidad del aleteo se incrementa (o se ve más fuerte… era una mezcla de
ambas sensaciones).
—Mira, tiene un hueco central. Vamos adentro —se entusiasma Fiorela y sin
esperar respuesta vuela hacia la parte interior del gigantesco anillo espacial.
Román se detiene por instinto e intenta detener a su esposa, pero enseguida la
pierde de vista.
“No iré con ella al disco” decide. La esperaré aquí flotando…
El plantón dura días, meses… Hasta que desde la oscuridad aparece el enorme
panadero que habían conocido explorando un planeta.
—No se acerque allí —alerta—. Llaman a esos aros “los desagües del universo”.
Atraen materia hacia el círculo central y la devoran transformándola en sonido
metafísico. ¿Lo escucha?
—¡Pero mi esposa está adentro!
Continuar
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