Había que estar loco para ir a ver la esponja que respiraba. Si acaso se trataba
de algún animal dormido come-espíritus, terminarían devorados. Si resultaba ser
un hongo o algún tipo de planta, también existía peligro de que fuese venenosa,
o carnívora —espiritívora en este caso—.
Y aunque si se encontraban en las cuevas de acceso al temido infierno, lo único
que lograrían descendiendo más sería meterse de lleno en ese tremendo lugar,
también cabía pensar que aquel sitio fuese sólo una caverna subterránea y nada
que ver tuviese con las catacumbas del maligno.
De una u otra forma, no encontraban otra solución que moverse hasta la entrada
del pasadizo y bajar.
Fiorela condujo a su marido tomándolo de la mano con fuerza, temiendo perderlo
de nuevo. La tuberosidad rocosa que descendía era amplia y transitable. |
Estuvieron escalando hacia abajo durante días. Otra vez habían dejado de sentir
cansancio. No necesitaban ni beber, ni parar para reponerse. La brisa aunque
oscura, era amigable.
Quizá al tercer o cuarto día de continua trepada, notaron que no bajaban sino
que subían. La gravedad tiraba hacia la zona de donde venían.
¿A caso estarían atravesando por dentro el planeta?
Continuar
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