El abismo rojizo los succionaba. La aspiración de aquel hueco era
deliberadamente poderosa. En décimas de segundo Fiorela perdió la estabilidad y
ambos comenzaron a caer. Abrazados, suplicándose perdón mutuamente, se hundían
cada vez más en una oscuridad de fuego. El túnel era realmente cónico y ya casi
podían tocar ambos lados si extendían sus cuerpos abriendo los brazos. Fueron
probando distintas posiciones. Al final consiguieron friccionar contra las
paredes internas e ir deteniéndose de a poco. Hacía mucho calor y lo sufrían.
Según parecía dentro de ese túnel el espíritu recobraba su olvidada
sensibilidad. Se detuvieron. Fiorela trabando los pies de un lado y la cadera
del otro y Román, un tanto más abajo, con sus hombros y manos. Trepar hasta
salir era una empresa impensable. No había de dónde agarrarse y el viaje ya
llevaba varias millas en línea recta y descendente. |
Seguir bajando de seguro los llevaría al horrible infierno. ¿Los llevaría allí
realmente? Todo parecía indicarlo. Sólo faltaba un cartel verde de esos que hay
en la ruta, indicando el kilometraje restante.
Román no quiere seguir cayendo. Fiorela tampoco. Pero tal vez sea lo mejor...
¿Qué harán si no, allí atragantados camino al supuesto reino del demonio?
Se sueltan y siguen cayendo
Esperan, aunque sólo sea para pensar en
algo
|