Meterte por abajo de aquel oscuro lecho de agua te asusta y de ningún modo te
quedarás esperando, sin saber qué es lo que te golpeó los pies.
Los adoquines de las paredes se ven resbalosos, pero serán suficientemente
firmes con las ganas que tenés de alejarte del agua.
Nadás entonces hacia el lado por donde caíste y con los dedos de la mano y de
los pies, te prendés a las rocas como sopapa. De a poco y con mucho esfuerzo,
vas ascendiendo. Tres hileras de piedras más arriba de donde estás hay una
saliencia grande sobre la que podrás descansar un poco. Trepás uno, dos y casi
no llegás a los tres adoquines, pero sí. Lo alcanzás y te asís ardorosamente de
la saliente descargando allí la mayoría de tu peso.
No sabés por qué pero el escalón del que estás colgando comienza a ceder
metiéndose hacia adentro, y te hace caer nuevamente al agua, desandándote los
dos metros que habías conseguido ascender.
Y eso no es lo peor... La superficie lacustre se arremolina y las paredes
circundantes empiezan a cerrarse. |
El movimiento es cada vez más veloz. Ensordece el chillido a piedra raspada y el
nivel del agua baja y baja.
Tocas bultos blandos con tus pies y cuando el agua baja más descubrís los
cuerpos de Daniel y Agustín, con sus cabezas aplastadas y sus troncos y
extremidades deshechos.
Los costados de piedra ya se tocan con ambos brazos estirados y siguen
juntándose. El poco líquido que queda se ve bordó ahora y un hedor desagradable
se respira. Intentás detener los muros con todas tus fuerzas pero ni se inmutan.
Estás de lado entre ambas murallas y la cabeza ya no te entra de frente. La
visión se te enrojece y una presión muy grande te destroza el cráneo y cada
hueso del esqueleto. Las paredes se juntan, tras lo que se oye un click y se
separan raudamente.
El recinto se cubre nuevamente de agua y tu cuerpo reventado queda hundido en
las profundidades del foso... para siempre.
FIN |