Abajo, el líquido se veía muy oscuro y, por otro lado, el morir ahogado es de
tus peores pesadillas. Las paredes son muy altas y resbalosas y sabés que aunque
te esfuerces muchísimo en subir por ellas, no lo lograrás. Por tanto, decidís
esperar. Si tus dos amigos no están ahí contigo, es porque algo los sacó.
Te armás de paciencia y flotás con brazos y piernas al estilo de un perrito.
El agua no está muy fría por suerte, sino que se siente como la pileta de
natación de los más pequeños, con la tibieza del pichín de cada bañista. El
recuerdo de tu niñez en el club te hace olvidar un poco de la situación riesgosa
en que te encontrás. Eso ayuda.
Pero la cosa dura que te había golpeado los pies vuelve a hacerlo, sólo que esta
vez te da en la panza, quitándote parcialmente la respiración. Eso te hace
regresar abruptamente a la realidad.
El golpe se repite en tu espalda; la superficie lacustre frente a vos se
distorsiona con burbujas que pronto cesan. Un tenso silencio se apodera del
lugar... Y sin darte tiempo casi a respirar, la cosa se atranca fuertemente a tu
pierna derecha llevándote para el fondo. |
Forcejeás con la criatura, que apenas llegás a entender. Parece ser algún tipo
de saurio o reptil. Tu pierna está dentro de su boca. Pese a lo riguroso de los
esfuerzos que hacés por soltarte, llegás a sentir un ardor muy grande en el pie
que tenés dentro del animal, como si se estuviera disolviendo. Los labios de la
bestia llegan casi hasta tus genitales y sus dientes filosos, te desgarran el
muslo sin soltarte. La sangre que sale a flote tiñe todo de rojo oscuro y no te
deja ver, pero entre las burbujas del oxígeno vital que ya no podés retener y
vas dejando en el agua, observás con aterro la cabeza de Agustín con el cuello
desflecado y los ojos abiertos y desorbitados.
No llegás a ver a Daniel, pero el aire se te acaba; el líquido pasa
dolorosamente por tu nariz, boca y tráquea y perdés la conciencia.
Nunca más salió tu cuerpo de allí. Tu peor pesadilla se hizo realidad.
FIN |