—Por otro lado, si lo deseas, puedo hacer que ya mismo te unas a Román Rosin, tu
esposo terrícola, o a alguno de tus esposos anteriores. Déjame ver... —el huemul
hizo memoria— Jimón Hulin Túpicha, del planeta Mórtimer; Dionisinius, de
Saturno; o la laucha Rodríguez, del tiempo que fuiste ratoncita allá en la
Tierra...
Fiorela estaba sorprendida. Nada de aquello recordaba su cerebro espiritual. De
cualquier manera, no iría ni loca a ver a sus supuestos esposos de Mórtimer,
Saturno ¡ni mucho menos quería encontrarse con una laucha!
¿Qué haría pues?
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—Si te pido de encontrarme con Román, ¿qué sucederá? —se animó a preguntar
nuestra amiga, parada sobre el patio del Universo frente al huemul.
—Si quieres eso, ni lo notarás. Sólo aparecerás unida a él en un instante. Puedo
hacerlo ya... —respondió.
—Espera. Déjame pensar por favor —Fiorela lo detuvo.
Fiorela viaja hacia la estrella
luminosa que era entrada principal del Paraíso
Prefiere reencontrarse de inmediato con
Román
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