Tengo el recuerdo patente grabado en mi cerebro. Fue un
jueves 23 de enero por la mañana. Nos levantamos tempranito, desayunamos
con el resto de la Tropa y comenzó la supervivencia media.
Debíamos regresar al campamento base para las doce horas del
día siguiente. Junto al mástil, nos esperaban unos rollos de pergamino con
las trece pruebas que debíamos superar en el transcurso de aquella fabulosa
actividad.
Uno de los pergaminos estaba atado con cinta amarilla y verde.
Era el nuestro. Lo tomamos y nos despedimos de las otras tres patrullas.
Posiblemente no nos volveríamos a cruzar hasta el final de la supervivencia.
Buscamos un sitio reservado pero cómodo, desatamos el rollo y
nos dispusimos a leer. Salvo la primera y última pruebas, el resto
podríamos enfrentarlas en cualquier orden. |