Cuento una anécdota del
último campamento, que creo que las scouts nunca
supieron pero fue muy graciosa.
Estábamos en San Luis,
Nogolí, camping La Serrana, enero del 2011.
Llega el día de la
Supervivencia Media para la Comunidad Scout;
coincide como la mayoría de las veces con la
fecha de la Supervivencia de la Tropa Scout. Los
y las scouts preparan sus elementos para salir y
emprenden la marcha en busca de un lugar para
instalar su campamento por ese día. Sucedió
también, que muchachos y chicas eligieron el
mismo terreno.
La cuestión es que Charrán
y yo (dirigentes de la CS) nos despertamos esa
noche a las 4.00 de la madrugada para ir a
corroborar que las scouts estuvieran bien y
haciendo guardia.
Llegamos sigilosamente
hasta un lugar desde donde vemos un fuego y
varios scouts sentados alrededor haciendo
guardia. Con los largavistas distinguimos que
son alrededor de cuatro muchachos y una chica.
También a la distancia
vemos el nylon del refugio de una patrulla.
Sospechamos que es el refugio de la Orca y
Picaflor que atravesaban juntas esa
supervivencia.
Nosotras tomamos el camino
más largo para evitar ser vistas por la guardia
y llegamos a aquel refugio caminando por atrás.
Encontramos ahí, en sus bolsas de dormir a
varias scouts en su quinto sueño.
Estaba oscuro, pero por la
contextura física fuimos adivinando quiénes eran
cada una de las que estaban acurrucadas en la
bolsa. “Esta debe ser Teresita porque es
chiquita y ésta parece la respiración de
Valentina y ésta puede ser Micaela”.
En eso vemos acercarse una linterna. Charrán y
yo, rápidamente nos tiramos al suelo entre las
bolsas de dormir.
Martincito Lorenzón, el
scout que se acercaba, no sólo venía haciendo
una ronda para ver cómo andaba todo por ahí.
Venía a hacer el cambio de guardia.
“Tomás, Tomás, dónde estás
Tomás, tenés que levantarte. Te toca hacer la
guardia.”
Y fue cuando nos dimos cuenta que era uno de los
refugios de la Tropa, precisamente el de la
Murciélago. |
El
cambio de guardia duró varios minutos durante
los cuáles no podíamos movernos para no ser
descubiertas.
Pero Martincito nos
alumbró y se dio cuenta que había algo raro.
Tomás ya se había levantado y nos examinaban a
la luz de la linterna.
“¡Mirá Tomás hay una chica
de la Comunidad Scout en nuestro refugio! Parece
que pasaba por acá y se quedó dormida. Y ahí hay
otra chica más.”
Entonces Martincito se hizo la pregunta crucial
“¿No será Cóndor no?”
Pero Tomás lo negó
rotundamente diciendo que no podía ser de
ninguna manera.
Avisaron a Deyvid, el guía
de patrulla, que dormía unas bolsas más allá y
contestó muy tranquilo que las dejen; no había
problema.
Al fin Tomás se fue hacia
el lugar de la guardia y Martincito se acostó a
dormir. Se tiró en la bolsa justo al lado mío,
que quedé atrapada entre él y otro scout.
Tuvimos que esperar un
buen rato hasta que se durmiera. Mientras tanto
las ramitas del suelo ya se me habían quedado
pegadas en la frente (estaba boca abajo para que
no me vieran la cara). Yo estaba muy atenta a
que no podía quedarme dormida; si despertábamos
en medio de los scouts por la mañana podían
armarse un buen revuelo.
Martincito estaba inquieto, no quería dormirse y
se movía para todos lados. Por fin después de un
rato dejó de moverse y respiraba más lento.
Entonces pudimos arrastrarnos hacia atrás muy
despacio para que no se despertaran, hasta que
logramos pararnos para salir de ahí. De recuerdo
les colgamos una bota de la rama de un árbol y
nos fuimos.
Intentamos pasar el lugar
de la guardia para llegar a los refugios de las
scouts, pero no pudimos; la guardia estaba bien
despierta y en el medio del paso.
Sabíamos que las chicas
estaban bien, así que decidimos emprender la
vuelta. Nos fuimos muertas de risa por la
confusión que habíamos tenido y porque nos
habíamos levantado esa noche sólo para pasar un
rato haciéndonos las dormidas entre los
murciélagos.
Fue una divertida noche de
acecho.
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