A todo vapor estábamos
yendo para Tandil 1, allá por enero del '94.
De pronto, unos scouts
vinieron a avisarnos a los diris, que una chica
de la Comu se había quedado encerrada en el baño
del tren.
Entonces Elefante se paró
rápido y fue hasta el baño. La puerta
estaba efectivamente cerrada y no había manija.
Pidió que se corran de al lado y dio una fuerte
trompada a la puerta para derribarla... pero era
una puerta de madera finita, que adentro,
separada por un espacio de aire, tenía otra
puerta de acero macizo.
La trompada de Elefante
perforó la madera y terminó reventándose contra
el acero. Como la puerta no se abrió,
Elefante continuó golpeando directamente sobre
el metal, por el hueco más o menos circular que
ahora tenía la madera. Pero aún no se
abría.
Un poco menos apresurado
llegó entonces el Jefe de Tropa Puma Silencioso.
Cuando Elefante - que
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por ese entonces era profe de
taekwon-do en la parroquia - se cansó de moler a
piñas el portón de acero, Puma abrió esa punta
filosa con agujerito para pescar de su navaja
suiza, la enganchó en el trozo de picaporte
donde faltaba la manija, giró y abrió el baño...
Después las dirigentes se
encargaron de desinfectar varios cortes en la
mano del Subjefe de Tropa, que terminó bastante
vendada.
¿Quién estaba encerrada en
del baño del tren? Nadie; se había pasado
el mensaje como teléfono descompuesto. El
único problema era que no se podía entrar al
baño.
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