Tal parece, las condiciones de Urano son las mejores revisadas hasta el momento.
Por tanto, uranizarán ya.
La decisión está tomada; los propulsores gravitacionales en marcha; una
cimbrante esperanza titila en vuestros corazones; la ansiedad por lo desconocido
les invade el estómago en segundos. Han transpuesto el borroso límite
atmosférico. Se embermellonan las corazas protectoras cual ardientes brazas
sumergidas en el cielo helado del planeta.
Cada vez se acercan más y más. Un desierto blanco marmolado en diversísimos
verdes, despliega un concierto cristalino ante los atentos ojos de los millones
de terrícolas. Filamentos congelados surgentes del suelo como delgadas
estalactitas arman hermosas figuras. Seguramente de amoníaco congelado, esas
prolijas y suaves astillas alcanzan varias decenas de metros algunas veces y
algunos cuantos centímetros otras. |
Las naves aterrizan sin dificultad. Vos y un grupo de esteronautas se colocan
los trajes electromagnéticos anticongelantes, entran en la cámara de
descompresión, abren la escotilla principal y dan los primeros pasos sobre el
nuevo mundo a investigar.
No pasan tres minutos que sucede algo muy extraño: una cosa a gran velocidad
comienza a girar alrededor del grupo. De pronto se detiene... Es un ser
semejante a una liebre, pero con largas antenas espirales. Sorprendidos escuchan
brotar palabras de su boca, con una voz muy grave; él dice: “Más allá de Plutón
encontrarán lo que buscan, la supervivencia los espera más allá del noveno
planeta; si no se marchan ya, perderán la oportunidad de encontrar lo que les
digo y por una razón que no comprenderán, tendré que matarlos a todos. Son
palabras duras, pero son sus posibilidades. Piénsenlo.”
Continuar
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