No resisten la curiosidad dadas las posibilidades de nueva tecnología y parten
con destino al pueblo secreto de Mercurio. Se despiden de Itá, toman las
mochilas y comienzan a caminar.
Ante sus vistas se extiende una interminable llanura de oro terroso, el Sol
deslumbra por su diámetro, la sed comienza a sentirse a los pocos pasos... Los
escasos lagos son de sal líquida y la lluvia de sólido cloruro de sodio.
Tras seis días de intensa caminata llegan a la tribu chun-tai, que parece
deshabitada. Allí las casas son piramidales y de metal plateado.
Hacen sonidos de saludo y señas, pero no reciben respuesta.
Caminando entre las pirámides, llegan a ver una pequeña grieta rectilínea que
dice ser la abertura de una puerta con cierre hermético, que hubiere quedado mal
cerrada.
Uno del equipo se acerca y empuja el metal. Efectivamente la puerta se abre y el
esteronauta ingresa. |
Ni bien entra, un individuo lo empuja violentamente hacia afuera. La puerta de
metal no se cierra sino que se abre de par en par, así como las puertas de
muchas otras pirámides en derredor. De ellas salen seres bípedos de grandes
cuernos y colmillos, sin vestimenta y de enorme fuerza.
Sin decir palabra, se les acercan decididamente, los toman con sus extremidades
anteriores les dan a cada uno un pequeño mordisco. Vuestro sabor parece
gustarles, por lo que los degluten vorazmente como quien come un rico asadito.
El último pensamiento que logró tu mente cuando eras devorado, se veía como una
imagen de Itavsó hablándote en su consejo de no visitar a la otra tribu, y la
duda carcomiente del futuro de los humanos que abandonabas.
FIN |